Encarna
los rasgos de independencia, autodeterminación y fuerza. Diosa del sexo y
las aventuras sexuales en las calles y las tabernas. Gilglamesh dice
que Inanna trata malamente a sus amantes, en su descenso al inframundo
tiene una relación delicada con su marido Dumuzi.
Provoca el caos y
la destrucción en aquellos que osan desobedecerla, provoca la
carnicería y la inundación devastadora, vestida de resplandor aterrador.
Es veloz y voraz en la batalla, incansable, corriendo con sus
sandalias. A veces se refieren los sumerios a la batalla como “la danza
de Inanna”.
Cuando las mujeres sueltan a sus maridos y se van a
las tabernas, Inanna lleva solo una ropa, las perlas de una prostituta
se colocan en su cuello y es capaz de arrebatar a cualquier hombre. A
pesar de que es relacionada a veces con el parto, no es la diosa de las
madres.
Como Venus,
Inanna parece impredecible en sus actos, siendo la diosa del amor y la
guerra, teniendo cualidades femeninas y masculinas, y ocasionalmente
teniendo cambios de temperamento extraños. De todas formas, la
literatura mesopotámica lleva esta teoría un paso más allá, explicando
los movimientos físicos de Inanna con los movimientos de Venus en el
cielo.
El descenso de Inanna al inframundo explica como ella es
capaz de, no como otras deidades, de descender al Irkalla y volver a los
cielos. El planeta Venus parece hacer un descenso similar, posándose
sobre el oeste y saliendo otra vez desde el este.
En Inanna y
Shukaletuda, cuando esta busca a su atacante para obrar su venganza,
Inanna hace movimientos severos a través del mito que corresponden con
los de Venus. Un himno nos introduce a esto, cuando Inanna deja el
cielo, Apsu, y se dirige hacia Kur, que deberían ser las montañas.